jueves, 11 de octubre de 2018

El Mar y la Luna en Berna





El último día en la ciudad de Berna tuve un encuentro hermoso. Regresaba de hacer algunas compras para mi familia y amigos. Entre ellas el par de botas rojas que durante tantos años ha querido mi madre. En los regalos había gastado casi todo el dinero que traía conmigo, apenas me quedaban cuatro francos y algunos céntimos.
Iba conversando conmigo mismo y de algún modo despidiéndome de la ciudad cuando en una esquina del boulevard principal de la Vieja Berna, a una cuadra del Parlamento Suizo, la melodía de algo parecido a un piano me detuvo de repente. Encontré en una esquina un joven sentado en el suelo tocando un instrumento desconocido para mí. Me detuve frente a él. El muchacho sin dejar de tocar me miró y sonrió. Al finalizar la pieza me preguntó en francés: ¿Hablas francés? - Inglés y español respondí en alemán, fue un impulso por tantos días intentando comunicarme en ese idioma y aprendiéndolo. Este es el abuelo del piano, dijo en inglés. ¿Dé dónde vienes? De Cuba, respondí. Hace mucho que hablo español, pienso que no es muy bueno ahora para mí cuando hablo, me dijo con cierta pena. En ese momento empezó a sonar una gaita en la esquina siguiente. ¡No puede ser! volvió de inmediato al francés para quejarse y se levantó a ver quién era el gaitero.

Yo no podía dejar de mirar el instrumento y quería pedirle que tocara de nuevo, pero me daba pena porque no tenía dinero para poner en su alcancía, aunque estaba dispuesto a darle todas las monedas que tenía encima. El gaitero no ayudaba para nada en mi propósito. Él decidió que se movería a otro lugar para seguir tocando. Cuando estaba recogiendo un joven se acercó para comprarle uno de los discos con su música que tenía en venta. ¿Cuánto cuesta un disco? - preguntó el muchacho. Dame lo que puedas. El joven lo miró a los ojos por un momento, miró los discos y le dio treinta francos a cambio del disco. Yo volví a sentir pena de no poder ofrecerle una suma como esa y pensé: Si llego a encontrar a este músico antes, alguien de la familia se hubiera quedado sin pulóveres o calzoncillos. Quise ir a la casa y buscar más dinero pero no quería perder la oportunidad de escucharlo por ir a buscar dinero. ¿Puedo ir contigo dónde sea que vayas a tocar ahora? Me miró unos segundos. Claro vamos.

Nos movimos a otra esquina tranquila unas cuadras adelante. Él comprobó varias veces estar a salvo de la gaita y entonces volvió a armar su set y empezó a tocar. Mientras ponía su manta y afinaba el instrumento me dijo: Se llama santur, viene del medio oriente y es el abuelo del piano, Cuando te acercaste pensé que eras iraní, ellos siempre se acercan porque en Irán hay muchos como este. Yo me senté a su lado y comenzó un concierto de quizás hora y media sólo interrumpido por el desafinado ruido de las monedas en la vasija de metal que recibía la colecta. El hablada sólo para decir: Merci. Y conversaba conmigo entre pieza y pieza. Pasaron muchas personas, entre ellos un iraní que iba en bicicleta y saltó de ella al escuchar el sonido del santur. Tocas muy bien, le dijo antes de poner algo en la colecta e irse.

Yo estaba cada vez más fascinado por el sonido del instrumento, nunca en había escuchado algo que sonara tan hermoso. De algún modo siento que conozco ese sonido de antes, tengo la sensación de que me habla. Puedo entenderlo, creo que sobre todo puedo sentirlo. Es esa extraña cuestión de nuestras vibraciones conectadas de manera fascinante. Al finalizar la tercera pieza sabía que se llamaba Deniz y alrededor de nosotros se había creado una energía muy especial. Durante una de las piezas pasó una muchacha joven con un cachorrito atado a una cuerda. El cachorro cuando nos vio levantó la cabeza, nos miró por un instante y empezó a mover la cola de alegría. Se lanzó primero sobre Deniz para lamerle las manos que estaban pulsando las cuerdas del santur. Luego vino donde estaba yo y subió hasta mi cara para lamerme los cachetes. La muchacha reía sin entender que pasaba y se detuvo hasta que el perrito terminó de saludar.




Al final del concierto lo invité a cenar pero no pudo tenía que volver esa noche a la ciudad cercana donde vivía. Me propuso aceptar la invitación otro día y le dije que esa era mi última noche en Berna. Al día siguiente me iba al este de Suiza.
Volví a pensar en las monedas que me quedaban y busqué la billetera para vaciarla  en la colecta. Por lo menos dar todo lo que tenía me quitaría esa pena de no poder compartir más con él. Siempre he pensado que dar todo lo que tienes y hacer todo lo que puedes siempre es suficiente. Me dijo que no tenía que poner dinero en la alcancía y me regaló uno de los discos. Traté de insistir en el dinero, pero al final no lo hice porque me lo pidió. Sentí que él también estaba contento con nuestro rato en compañía.

Intercambiamos contactos y ahí la poesía de este encuentro alcanzó para mí su definición mayor. Su nombre y su apellido significaban Mar y Luna. Nos dimos un fuerte abrazo y caminamos un tramo del trayecto en la misma dirección. Él nació en Bulgaria, pero es hijo de padres turcos y se siente turco. Yo en la despedida le prometí que nos veríamos en La Habana para escucharle tocar el santur junto a nuevos amigos. Él dijo que sí y eso fue todo. Yo no quise mirar atrás como hago siempre. Caminé tocando las monedas en el bolsillo y riéndome de mi estúpida pena.



miércoles, 19 de septiembre de 2018

OBSEQUIOS

Almir Ulises, un chico que aun no conozco me vio en TV y decidió comunicarse conmigo a través de facebook. Luego de conversar un poco me hizo un obsequio muy especial: un retrato. Se inspiró en mi foto de perfil de facebook y aquí lo guardo como recuerdo de su amabilidad. Gracias Almir.



lunes, 17 de septiembre de 2018

Vistas de Bern

Berna, Suiza 2018

La ciudad de Berna me recibió en septiembre de 2018, casi al final del verano con un clima extraordinario. Algunas imágenes de mi primer paseo por la ciudad.











El Mar y la Luna en Berna

El último día en la ciudad de Berna tuve un encuentro hermoso. Regresaba de hacer algunas compras para mi familia y amigos. Entre el...